LA FAMA
Edgardo Alfonso Montoya Siempre lo había ansiado. Desde pequeño soñaba con llegar a ser tan famoso en cualquier arte de la vida; tan famoso que las personas de su pueblo tendrían que saludarlo con la sonrisa en la mano; tan famoso que a su regreso al pueblo tendrían que ir a recibirlo las autoridades civiles, eclesiásticas, etc. Aquel día partió hacia la capital en busca de la fama. Dejar el pueblo era para él dejar el pasado, abandonar la quietud a que se vio sometido por la tristeza imperante en la comarca. Abordó la única camioneta que llegaba hasta ahí una vez por mes en recorrido, y partió, perdiéndose entre el ruido producido por la madera vieja y crujiente de la camioneta… El cura, el alcalde del pueblo, el comandante militar, personas cultas que lo apreciaron mucho y la mayor parte de los habitantes del pueblo se encaminaron a la entrada del pueblo para recibirlo aquella tarde que volvía. También iba la pequeña banda de músicos. Los alumnos de la única escuela que había en la