La decisión


Mauricio Vallejo Márquez


-Si usted quiere podemos intentarlo –dijo el doctor.

-Bueno, prefiero no intentarlo y morir –contestó el paciente.

El doctor sacó un disco y lo mostró al paciente, mientras le explicaba que en poco tiempo sus pulmones estallarían y no quedaría nada de él. Después de oír su negro destino el hombre salió del consultorio ayudado por su impulsador, que cargaba con un respirador artificial.

A la siguiente visita su estado era peor, su piel estaba pálida como el papel y lucía más delgado. Había perdido muchos cabellos. El doctor se mostró amable. Le ayudó a pasar y escuchó sus problemas. El enfermo estaba cada vez peor y había reconsiderado la oferta. Esa misma tarde lo llevaron al quirófano, el doctor y sus asistentes le explicaron la función de los nuevos pulmones artificiales. Luego se vieron entre ellos y esperaron que el doctor hablara. Cuando hubo silencio el médico le dijo que tendrían que cambiar otros órganos, pero que no se preocupara, que todo iba a salir bien.

Le quitaron el respirador y el hombre empezó a asfixiarse. Los doctores de inmediato visualizaron los pulmones y el hombre quedó aliviado. Los médicos continuaron visualizando otras partes hasta que el paciente recuperó la rosadez en sus mejillas.

-Me impresiona que usted haya tomado esta decisión –le dijo el médico tras la operación.

-Era esto o morir, usted me lo dijo.

-¿Llega por el temor a la muerte, entonces?

-Creo que todos lo tenemos

-Sí, pero usted se oponía a estas operaciones de inmortalidad.

El hombre no pronunció palabra.

Años después el hombre regresó al consultorio. El doctor lo esperaba, sabía que necesitaba otra operación. El hombre estaba dispuesto a todo, así que lo pasaron a la sala de operaciones.

Al salir del hospital se percató de algo diferente en su cuerpo: el humo y el olor de otros fluidos no le parecieron desagradables, incluso hasta le gustó. Se sentía fuerte. Revisó sus manos y estaban completamente libres de arrugas. El cambio de piel le había sentado muy bien.

-Después de 110 años que bien me siento –se dijo y continuó su camino.

Días más tarde volvió al consultorio.

-Sabía que vendría ¿Está listo? –dijo el doctor.

-Sí, lo estoy.

Volvió a la sala de operaciones. A la mitad de los cambios el doctor le dijo que esta era peligrosa y que si quería retractarse podía hacerlo, pero el hombre decidió seguir adelante.

Al despertar los médicos lo miraban con atención. Después de un rato se dio cuenta que había salido de la operación. Apareció un espejo frente a él y se vio. No sabía si era igual que antes, no podía recordar nada. Buscó al doctor con la mirada esperando una respuesta. El médico lo invitó a pararse. Se acercó a su oído.

-Qué alegría que al fin esté entre nosotros, señor, lo habíamos extrañado.

-¿Cómo que me esperaban?

-Sí, estaba atrapado en el cerebro del último hombre.

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Fotografía: (c) Elena Brightorch .

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