¡Paren, señores, pareeeenn!
Francisco Andrés Escobar Cuando tenía unos seis años, una prima casadera andaba en amores con un su pretendiente. Buena parte de la familia no lo quería: "Yo no sé qué le habrá visto esta a semejante vago. ¡Feyo, bolo y acabado… bonita vida la que le va a dar! Pero ella no se amilanaba. Descendiente de una colección de abuelas, madres, tías, matronas acostumbradas a hacer lo que su real gana les pidiera, había decidido noviar con el rechazado, a pesar de los torrentes de amenazas y críticas que se le desplomaran. Si había una fiesta, la prima se las arreglaba para que unas compañeras del colegio la fueran a buscar a la casa y, ante el compromiso del tumulto, nadie pudiera objetar la salida. Si había algún "turno", la prima ofrecía cooperación para que los organizadores le encomendaran las actividades más variadas. Si había algún velorio, la prima se ofrecía como primera rezadora o cantadora, y nadie era capaz de objetar el piadoso oficio. Si había alguna procesión de la