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Mostrando entradas de mayo, 2008

El espacio de las cosas

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Jacinta Escudos El hombre está dormido boca arriba cuando siente el temblor. Se despierta alterado y piensa que es un terremoto y su primer reflejo es saltar de la cama, salir del cuarto, buscar refugio bajo el arco de una puerta como suelen recomendar. Busca la orilla de la cama y comienza a levantar el mosquitero, agitado, con mucha prisa. La rapidez es importante en estos casos. No sabe si el temblor sigue o si son sus nervios los que hacen temblar su cuerpo pero alterado como está y cegado por la oscuridad de la habitación, no encuentra el borde del mosquitero contra el cual se debate enfurecido, sintiendo que la tela es una pegajosa sombra que se le enreda entre las manos y los brazos. Ya desesperado, decide dar un jalón para arrancar la tela, partirla, pero la tela no se rompe y se estira como chicle en sus manos al tiempo que la siente pegajosa y húmeda y se pregunta por qué el mosquitero está mojado, no concuerda, no tiene ningún sentido y ya no importa si el temblor continúa o

Vos llevás negras

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Rafael Francisco Góchez 1. e4 El maje no podés hacerte: es por demás. Si querés decir “me aparto, me agacho y me retacho”, como en el colegio cuando no querías estar valido-valido-de-la-tusquia, te salís de un huevo para meterte en otro: siempre vas a estar comprometido. Qué feo te vas a ver si sos el único empleado que no va a firmar la plataforma reivindicativa. ¡Quién quita y les conceden las peticiones! No vayás a ser sólo vos el bruto que no se vio beneficiado con las prestaciones. Entonces vas a ser digno de tantas auto-recriminaciones como no tenés idea, por falta de huevos o por no ocuparlos cuando debés. Frente al directivo del Sindicato pensás “¿Y si me joden?”. Él te lo adivina y anticipa la respuesta: “La unión hace la fuerza, compañero. Si los patrones ven que somos poquitos, nos echan al carajo y ni mierda de aumentos ni contratos colectivos. Acuérdese que todo ha subido, la vida está cara...”. Internamente deliberás: “Sí, pero no vaya a ser. Estos viejos cabrones son pur

El Límite son las Estrellas

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José María Méndez Julio 26 de 1960 No puedo resistir el atractivo de las ferias. Con placer infantil, gozo el algodón azucarado, las manzanas cubiertas de miel, los terrones de anís. Gasto tres, cuatro horas jugando a la lotería de cartones. Casi nunca gano, pero lo excitante es la expectativa. El corazón casi se me va volando cuando amarro, es decir, cuando me falta un número para ganar. Un cinco de agosto gané una gorda de doscientos pesos. Recuerdo que las tres últimas figuras llegaron en carrera, según las fui llamando mentalmente. La muerte flaca y su gancho. El cantarito del agua helada. La mano que tienta y tienta lo que le tiene cuenta. Entro a la carpa de la mujer serpiente, a los circos de malos payasos, a los toldos de las gitanas que predicen siempre viajes por barco, romances con mujeres celosas y traiciones de amigos íntimos. Me subo al gusano, a los carros locos, a la rueda de chicago. Me subiría también a los caballitos, pero la verdad es que temo las travesuras de los

El paso de la recua

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Arturo Ambrogi Cae perpendicularmente el sol. Cae perpendicular, encendiendo ofuscantes reflejos en el polvo calizo de la carretera. Es la hora del mediodía. La hora propicia en que los garrobos, abandonando sus cuevas, suben, rampantes, por los troncos de los viejos árboles, hasta la cúspide pelada y ahí plantados, parecen implorar una ráfaga de brisa. Es, también, la hora en que las culebras se enroscan en nudo más apretado, y así amodorradas se están, chitas, entre las requemadas macollas o se tienden , estiradas como chirriones, simulando estar muertas, entre el polvo blanco. La naturaleza parece aletargada. Sumida en un sopor de plomo, en medio del cual apenas repercute, estridente, el agrio chirrear de las chicharras y de los chiquirines. A ambos lados del camino se enristran, hasta perderse de vista, las cercas de piña, cuyo verde esmaltado, deslustra espesa capa de polvo. Las enredaderas, interpoladas entre las pencas espinosas, se han marchitado; y el entreveramiento de sus be

El broche de oro

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Mauricio Orellana Suárez Al día siguiente de sufrir el aborto, Magali se lució en la cocina, según dijo "para cerrar con broche de oro" la reconciliación con su novio. Todo estuvo exquisito: la carne, el arroz, la ensalada, el vino... y ese extraño y delicioso postre. La plática de sobremesa giró alrededor de la magistral obra de Goya, específicamente del famoso cuadro aquel: Saturno devorando a uno de sus hijos.

COTURNO

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Álvaro Menen Desleal Hasta 1644, únicamente las mujeres podían actuar en el teatro japonés. A partir de esa fecha, tal actividad artística les quedó prohibida, y los hombres pasaron a ser los únicos histriones autorizados. Sada Yacco, al fundar, a fines del Siglo XIX, el Conservatorio de Tokio, terminó con ese flujo y reflujo y reivindicó –nada indica si para siempre- el derecho al homosexualismo escénico. Tan estricta imposibilidad de las aleaciones daba lugar a problemas insólitos. En 1592, la actriz Sumiko, quien frecuentemente representaba papeles de militar, se identificó de tal forma con el carácter varonil de sus personajes que le fue al fin imposible ser mujer. Contrajo nupcias con la hija de un funcionario de Estado y, al descubrirse la superchería y ser denunciada, el Juez dictó sentencia en esta forma: “Puesto que no está permitido a los hombres actuar y Sumiko vive como hombre, sea expulsada de la escena”. No se le condenó, pues, por las nupcias, sino por el teatro. Maybon,

INVITACIÓN

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Claudia Hernández Salí porque fui invitada a hacerlo. Acababa de bañarme y estaba asomando los ojos a la ventana de mi habitación cuando, de pronto, me vi pasar. Era yo. Pero no la yo que miraba en las visiones del espejo, sino otra yo que conocía y que tenía mucho tiempo de no ver: yo niña. Imposible confundir mi mirada, mi forma de andar, mi sombra, mi vestido pálido y mis zapatos gruesos. Era yo que pasaba frente a mi casa corriendo con tanta velocidad que me hice dudar. Pensé que se trataba de mi imaginación, que debía haber salido a correr por las calles que, siendo de una ciudad tan joven, se ven ya tan viejas. Me quedé sonriendo por lo bueno que había sido haberme visto de nuevo con los huesos diminutos y los dientes de leche. Acomodé mejor la vista en la ventana. Tenía la esperanza de que, si me quedaba ahí, si esperaba, yo–niña volvería a pasar sobre mi vuelo como hacen las mariposas. Diez minutos después (el tiempo que de pequeña me tomaba darle la vuelta al barrio), yo–niña

UNA VOZ PROFUNDA COMO TODOS LOS MARES

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Rafael Menjívar Ochoa —¿Quién es? —preguntó el Ángel. No hacía falta preguntar; sabía perfectamente quién tocaba la puerta. Pero así pasa cuando las cosas de los humanos echan raíces en el Alma. (Alguna vez fue sólo Alma.) —Abre —oyó que decía, desde el otro lado, una voz profunda como todos los mares, a la vez suave como todas las caricias—. Se acabó. “Al diablo”, susurró sin darse cuenta. En la invocación encontró la fuerza que no había encontrado en sus tantos ayeres . Apagó el cigarro, caminó dejando a su paso un tenue rastro en la gruesa capa de polvo que cubría el piso y vio cómo su mano se extendía hacia el picaporte. Temblaba. Abrió. —Bien —dijo el Anciano antes de entrar—, aquí termina todo. —Sí —dijo el Ángel—. Aquí termina. Le dio la espalda. No quería ver de frente al Anciano. Todavía no. El espejo estaba sucio, lleno de manchas amarillentas. En algunas partes el azogue se había desprendido. Quizá por eso el reflejo del Anciano se veía así, tan inestable: a veces pequeño y

EL FRÍO

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Álvaro Menen Desleal Ahora que se ha iniciado la Nueva Glaciación, es bueno que sepas lo que Claudio Eliano cuenta en sus “Historias Varias.” Es el caso que, después de una gran nevada, el rey de los escitas se asombró mucho un hombre completamente desnudo. —¡Cómo! ¿No sientes frío?—preguntó el rey, enfundado en sus pieles. —¿Sientes tú frío en la cara?—replicó el hombre. —No. —Pues bien, yo soy todo cara.

LA VENGANZA

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Mauricio Vallejo Márquez La noche era cada vez más densa y en una humilde casa, apenas en pie, la luz de una vela despintaba la oscuridad. Hacía pocas horas Matilde, a la que llamaban la brujan del pueblo, se había arrojado desde el despeñadero. Antes de dar el salto descubrió que alguien la observaba, le lanzó una mirada llena de odio y dijo: -Ve. Ve a decirle al pueblo que me mato por culpa de ellos, y diles que aunque yo no regrese de la muerte me vengaré. El testigo era un desnutrido niño de ocho años que corrió a su casa para contarle a su madre todo. La mujer escuchó con una mirada fría el relato, reclinó su cabeza y meditó por un momento. En poco tiempo se enteró todo el pueblo. La venganza comenzó la misma noche del suicidio. Un joven fue encontrado degollado en un establo, de sus heridas salían gusanos negros y peludos. Las amenazas de la hechicera comenzaban a manifestarse. -¿Qué le hicimos a Matilde? –preguntaban.-Seguramente fue por amor, dicen que se enamoró del cura –sost

POR EL CAMINO VAN

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Rubén Merino Por el camino van dos mujeres, y sobre sus cabezas llevan sus bateas con ropa. Es sábado y se dirigen al río. Adelante va la mayor, la madre, con paso apurado; atrás, la menor, la hija, con menos prisa. —Apúrese, muchachita; debemos regresar antes del atardecer. —Si ahí voy. No puedo ir corriendo. Siguen caminando y al cabo de un rato empiezan a descender por una ladera. Desde abajo sube un rumor; es el agua que brota de una roca. Las dos mujeres colocan sus artesas en la orilla del río. La hija se queda parada, viendo cómo fluye el agua. Le han contado que desemboca en el mar. Ella no conoce el océano. —Deje de estar pensando y póngase a lavar —la reprende la madre. La muchacha se mete al afluente, pero en vez de iniciar la tarea, se sienta sobre una piedra y comienza a mojarse con un huacal. Hacia el mediodía, la madre se dispone a almorzar. Está enfadada con la joven pues, como otras veces, no ha hecho más que bañarse y se ha olvidado de ayudarle. En medio del río, la h

SEMOS MALOS

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Salarrué Goyo Cuestas y su «cipote» hicieron un «arresto», y se «jueron» para Honduras con el fonógrafo. El viejo cargaba la caja en la bandolera; el muchacho, la bolsa de los discos y la trompa achaflanada, que tenía la forma de una gran campánula; flor de «lata» monstruosa que «perjumaba» con música.-Dicen quen Honduras abunda la plata.-Sí, tata, y por ái no conocen el fonógrafo, dicen...-Apurá el paso, vos; ende que salimos de Metapán trés choya.-¡Ah!, es que el cincho me viene jodiendo el lomo.-Apechálo, no siás bruto.«Apiaban» para sestear bajo los pinos chiflantes y odoríferos. Calentaban café con ocote. En el bosque de «zunzas», las «taltuzás» comían sentaditas, en un silencio nervioso. Iban llegando al Chamelecón salvaje. Por dos veces «bían» visto el rastro de la culebra «carretía», angostito como «fuella» de «pial». Al «sesteyo», mientras masticaban las tortillas y el queso de Santa Rosa, ponían un «fostró». Tres días estuvieron andando en lodo, atascado hasta la rodilla. El